La idea de ese día, era acudir a una cita planeada por una chica de
nombre Yahoska, que había llamado a Marina, el día anterior para difundir y
estimular entre las universitarias de la UNAN-MANAGUA, su participación en el desfile de moda en
Managua, el cual ellos estaban ofertando a las autoridades administrativas del
Grupo Robles, propietario de Metrocentro, un centro comercial al oeste de la
capital. Lejos estaban de imaginar que
esa llamada del día anterior era el inicio de todo un peregrinaje de Gabriel, por
un camino largo al reencuentro de su libertad.
Tomaron el autobús denominado mini ruta cuatro, y se enrumbaron al
mercado Roberto Huembés, para ahí hacer
un trasbordo en la ruta ciento diecisiete que les llevaría hacia la Universidad UNAN. Sentado en la mini ruta él tuvo ese mal
presagio, algo que inexplicablemente le incomodaba, por lo que le insistió a Marina
que prefería visitar a una amiga para posteriormente acudir a una cita a eso de
las once de la mañana al centro comercial Plaza Inter, al lado noroeste de la
capital. Con risas y abrazos ella le persuadió de continuar con el viaje. Así, llegaron como media hora después a la
entrada principal de la UNAN, y al bajar pudieron divisar a lo lejos, a Maurem,
una de las chicas del taller que junto con Olga, Glenda y Juan, estaban recibiendo
la capacitación y quienes se les citó
para que colaboraran con Marina, en la promoción del evento. Maurem, era una
joven seria sumamente delgada de veintiún años, piel canela, ojos expresivos y
labios muy gruesos. Tenía un hijo de
menos de tres años y provenía de un barrio marginado al este de la capital,
pero era una mujer muy esforzada, pues laboraba en las mañanas y con ellos
estaba en las tardes. Luego del saludo, ella les informó que aún no llegaban
las otras dos chicas. Eran ya las nueve
y treinta y nueve de la mañana.
Conforme a la conversación con Yahoska, la chica que había llamado el
día anterior, se dispusieron a esperarla en una banca fuera de la biblioteca
Salomón de la Selva, de la UNAN. Yahoska, una muchacha de veinticuatro años de
edad, tez blanca, cabello corto con fleco, regordeta, y de metro sesenta y
cinco de estatura, había participado en un concurso organizado por ellos, como
parte del ofrecimiento de animación, para elegir a la bella representante de un
negocio denominado discoteca y karaoke Ok, ubicado al oeste de la capital, en
un barrio conocido como Monseñor Lezcano, y propiedad de un diputado. Ella
quedo en segundo lugar, y desde ahí mostro interés en continuar ayudándoles
para formar un grupo de edecanes femeninas que representaran a ZC, en los
eventos públicos que se realizaran a lo largo y ancho del país. Eso fue lo último
que se comento dos días antes, en una pizzería muy conocida en Bello Horizonte,
donde incluso ella misma en un pedazo de papel sugirió los uniformes que las
muchachas podrían utilizar, ya que ella misma les refirió tener experiencia en
ese tipo de grupos rítmicos.
Mientras esperaban, llego Olga, una joven de
veintitrés años, tez blanca, ojos color miel, delgada y alguien que al tratarla
se podría decir que poseía una personalidad retraída y tímida, siendo la mayor de
edad del grupo en el taller de teatro. Ella se encontraba preocupada por la
tardanza de Glenda, quien le había informado por teléfono que estaba a menos de
diez minutos de la Universidad, por lo que tanto ella como Maurem, utilizando
la excusa de ir al baño de mujeres, fueron a llamarla para aligerar el paso de
su amiga. Mientras tanto, Marina y Gabriel, se
preguntaban sobre la tardanza de Yahoska. Al llegar Glenda, y sin una
gota de sudor a pesar de su complexión gruesa, y con sus veintiún años, sus
ojos gatos y su simpatía le permitió mantener su buen humor, al saludarlos. Así
que Marina, las distribuyó a todas ellas, para iniciar el trabajo al que venían
sin poder seguir esperando a Yahoska. Se tenía que invitar a las universitarias
mayores de edad, con alguna experiencia en pasarela a formar parte del desfile
de modas, realizando entrevista dentro del centro universitario. Gabriel, se
quedó sentado en la banca con el bolso de Marina, y contemplando el paisaje, leyendo y escuchando el canto de
los pájaros que revoloteaban en un viejo árbol que proporcionaba sombra a las
tres bancas cercanas.
No había transcurrido ni veinte
minutos desde que las cuatro mujeres se habían marchado cuando se aproximaron
dos hombres, uno de ellos que se identificó como guarda privado de la
Universidad, con su uniforme de pantalón café y camisa amarilla, de unos
cincuenta años y al otro como un hombre delgado de unos cuarenta y siete años
de edad, y rostro sombrío, que perfectamente podía ser tomado como un ex
policía, y le preguntaron si conocía a Marina, lo cual le extraño. Los quedó mirando sin levantarse de la banca
y les contestó afirmativamente, entonces el segundo hombre amablemente,
extendiendo su mano hacia una dirección, lo invito a acompañarlos a la oficina
del Vicerrector de la Universidad. En el
camino se encontró con Maurem, Olga y Glenda, quienes se veían angustiadas y les
miraban asustadas, por lo que pudo atinar decirles que iba a averiguar qué
pasaba y mientras tanto les esperaran pacientemente. El hombre que parecía ex policía, le ordeno al
guarda que revisara el bolso de Marina, que le había dejado a Gabriel, a lo que
enérgicamente él se negó por todo lo extraño de la situación, y por lo cual era
mejor esperar devolvérselo a Marina.
Ellos desistieron de continuar con la acción.
Subieron unas escaleras y
ya en el segundo piso, casi en frente, ellos abrieron una puerta, donde ingresaron
a una especie de sala de espera, con una recepcionista y luego a mano
izquierda, había otra puerta por donde cruzaron y ahí en un pequeño cuarto,
Marina, estaba de pie frente a un
escritorio tamaño ejecutivo detrás del cual un hombre delgado, de estatura alta, con un bigote corto y poco cabello en la
coronilla de la cabeza, algo le decía, pero al ver la llegada del grupo guardo
silencio y espero a que todos se acomodaran. Inmediatamente Gabriel se dirigió
a ella, para preguntarle que estaba pasando, y con voz entre cortada le dijo
que aquel señor estaba acusándola del delito de proxenetismo. En el lugar se
encontraba además otra señora de unos cincuenta y seis años, que tomaba
fotografías. El hombre le pregunto a Gabriel, si era quien acompañaba a Marina,
y en lugar de esperar una respuesta, le cuestionó sobre la actitud que estaba
teniendo con ella. Pero aquel hombre se limitó a señalar un documento frente a
él sobre el escritorio, añadiendo que había una queja de la madre de una
estudiante que apuntaba a que Marina, la había llevado a un nigth club donde la
embriagaron para que bailara alrededor de un poste. Tal acusación parecía irreal, por un momento
aquello parecía una broma de mal gusto y ambos quedaron atónitos.
De repente ingreso otra
mujer mayor, quien solo atino a interrogar si la persona a quien “esperaban”,
era Marina. El hombre le respondió afirmativamente. Y la mujer se sentó a un
lado. Los dos que habían traído a Gabriel, le dieron su documento de identidad
que él previamente les había entregado para identificarse. Aquel ordenó sacarle
fotocopia y a quien estaba con la cámara en mano que siguiera tomando
fotografías. Sobre la acusación que
pesaba sobre Marina, la indignación de Gabriel, fue tal que le dijo a su interlocutor quien se identificó
como el vicerrector, que su fuente de información estaba tergiversando o simplemente
le tomaban el pelo porque nada de lo argumentado era cierto y con voz fuerte le
manifestó las razones de su presencia en la Universidad. El hombre puso
atención, y Gabriel, sintió que aquel estaba entrando en razón, por lo que
prosiguió explicando que la actuación de ella, no era de una delincuente sino
que era transparente y sin clandestinidad alguna. El hombre, miró a la dama que había recién
ingresado, miró el documento y con una voz pausada simplemente se limitó a decir que sí ellos buscaban realizar alguna
encuesta o lo que fuera se debía pedir un previo permiso en su oficina. Gabriel, lo interrumpió, señalando que si
fuera por falta de una autorización administrativa, no era problema y se procedería
de esa forma sin que las cosas llegaran a esos extremos. Su última intervención
mirándolo a los ojos, como tratando de justificar todo aquel mal momento fue
informar que presentarían la denuncia contra Marina y que los Tribunales
aclararan todo, así que ambos se limitaron a despedirse de aquel hombrecillo,
no sin antes afirmar que ella también harían
la réplica a los Tribunales para defenderse de cualquier acusación calumniosa.