48 DIAS

48 DIAS
Por qué a mi?

COMIENZA EL CIRCO

              La idea de ese día, era acudir a una cita planeada por una chica de nombre Yahoska, que había llamado a Marina, el día anterior para difundir y estimular entre las universitarias de la UNAN-MANAGUA,  su participación en el desfile de moda en Managua, el cual ellos estaban ofertando a las autoridades administrativas del Grupo Robles, propietario de Metrocentro, un centro comercial al oeste de la capital.  Lejos estaban de imaginar que esa llamada del día anterior era el inicio de todo un peregrinaje de Gabriel, por un camino largo al reencuentro de su libertad.

            Tomaron el autobús denominado mini ruta cuatro, y se enrumbaron al mercado Roberto Huembés, para  ahí hacer un trasbordo en la ruta ciento diecisiete  que les llevaría hacia la Universidad UNAN.  Sentado en la mini ruta él tuvo ese mal presagio, algo que inexplicablemente le incomodaba, por lo que le insistió a Marina que prefería visitar a una amiga para posteriormente acudir a una cita a eso de las once de la mañana al centro comercial Plaza Inter, al lado noroeste de la capital. Con risas y abrazos ella le persuadió de continuar con el viaje.  Así, llegaron como media hora después a la entrada principal de la UNAN, y al bajar pudieron divisar a lo lejos, a Maurem, una de las chicas del taller que junto con Olga, Glenda y Juan, estaban recibiendo  la capacitación y quienes se les citó para que colaboraran con Marina, en la promoción del evento. Maurem, era una joven seria sumamente delgada de veintiún años, piel canela, ojos expresivos y labios muy gruesos.  Tenía un hijo de menos de tres años y provenía de un barrio marginado al este de la capital, pero era una mujer muy esforzada, pues laboraba en las mañanas y con ellos estaba en las tardes. Luego del saludo, ella les informó que aún no llegaban las otras dos chicas.  Eran ya las nueve y treinta y nueve de la mañana.


              Conforme a la conversación con Yahoska, la chica que había llamado el día anterior, se dispusieron a esperarla en una banca fuera de la biblioteca Salomón de la Selva, de la UNAN. Yahoska, una muchacha de veinticuatro años de edad, tez blanca, cabello corto con fleco, regordeta, y de metro sesenta y cinco de estatura, había participado en un concurso organizado por ellos, como parte del ofrecimiento de animación, para elegir a la bella representante de un negocio denominado discoteca y karaoke Ok, ubicado al oeste de la capital, en un barrio conocido como Monseñor Lezcano, y propiedad de un diputado. Ella quedo en segundo lugar, y desde ahí mostro interés en continuar ayudándoles para formar un grupo de edecanes femeninas que representaran a ZC, en los eventos públicos que se realizaran a lo largo y ancho del país. Eso fue lo último que se comento dos días antes, en una pizzería muy conocida en Bello Horizonte, donde incluso ella misma en un pedazo de papel sugirió los uniformes que las muchachas podrían utilizar, ya que ella misma les refirió tener experiencia en ese tipo de grupos rítmicos.

                       Mientras esperaban, llego Olga, una joven de veintitrés años, tez blanca, ojos color miel, delgada y alguien que al tratarla se podría decir que poseía una personalidad retraída y tímida, siendo la mayor de edad del grupo en el taller de teatro. Ella se encontraba preocupada por la tardanza de Glenda, quien le había informado por teléfono que estaba a menos de diez minutos de la Universidad, por lo que tanto ella como Maurem, utilizando la excusa de ir al baño de mujeres, fueron a llamarla para aligerar el paso de su amiga. Mientras tanto, Marina y Gabriel, se  preguntaban sobre la tardanza de Yahoska. Al llegar Glenda, y sin una gota de sudor a pesar de su complexión gruesa, y con sus veintiún años, sus ojos gatos y su simpatía le permitió mantener su buen humor, al saludarlos. Así que Marina, las distribuyó a todas ellas, para iniciar el trabajo al que venían sin poder seguir esperando a Yahoska. Se tenía que invitar a las universitarias mayores de edad, con alguna experiencia en pasarela a formar parte del desfile de modas, realizando entrevista dentro del centro universitario. Gabriel, se quedó sentado en la banca con el bolso de Marina, y contemplando  el paisaje, leyendo y escuchando el canto de los pájaros que revoloteaban en un viejo árbol que proporcionaba sombra a las tres bancas cercanas.

               No había transcurrido ni veinte minutos desde que las cuatro mujeres se habían marchado cuando se aproximaron dos hombres, uno de ellos que se identificó como guarda privado de la Universidad, con su uniforme de pantalón café y camisa amarilla, de unos cincuenta años y al otro como un hombre delgado de unos cuarenta y siete años de edad, y rostro sombrío, que perfectamente podía ser tomado como un ex policía, y le preguntaron si conocía a Marina, lo cual le extraño.  Los quedó mirando sin levantarse de la banca y les contestó afirmativamente, entonces el segundo hombre amablemente, extendiendo su mano hacia una dirección, lo invito a acompañarlos a la oficina del Vicerrector de la Universidad.  En el camino se encontró con Maurem, Olga y Glenda, quienes se veían angustiadas y les miraban asustadas, por lo que pudo atinar decirles que iba a averiguar qué pasaba y mientras tanto les esperaran pacientemente.  El hombre que parecía ex policía, le ordeno al guarda que revisara el bolso de Marina, que le había dejado a Gabriel, a lo que enérgicamente él se negó por todo lo extraño de la situación, y por lo cual era mejor esperar devolvérselo a Marina.  Ellos desistieron de continuar con la acción.

                Subieron unas escaleras y ya en el segundo piso, casi en frente, ellos abrieron una puerta, donde ingresaron a una especie de sala de espera, con una recepcionista y luego a mano izquierda, había otra puerta por donde cruzaron y ahí en un pequeño cuarto, Marina, estaba  de pie frente a un escritorio tamaño ejecutivo detrás del cual  un hombre delgado,  de estatura alta,  con un bigote corto y poco cabello en la coronilla de la cabeza, algo le decía, pero al ver la llegada del grupo guardo silencio y espero a que todos se acomodaran. Inmediatamente Gabriel se dirigió a ella, para preguntarle que estaba pasando, y con voz entre cortada le dijo que aquel señor estaba acusándola del delito de proxenetismo. En el lugar se encontraba además otra señora de unos cincuenta y seis años, que tomaba fotografías. El hombre le pregunto a Gabriel, si era quien acompañaba a Marina, y en lugar de esperar una respuesta, le cuestionó sobre la actitud que estaba teniendo con ella. Pero aquel hombre se limitó a señalar un documento frente a él sobre el escritorio, añadiendo que había una queja de la madre de una estudiante que apuntaba a que Marina, la había llevado a un nigth club donde la embriagaron para que bailara alrededor de un poste.  Tal acusación parecía irreal, por un momento aquello parecía una broma de mal gusto y ambos quedaron atónitos.


                        De repente ingreso otra mujer mayor, quien solo atino a interrogar si la persona a quien “esperaban”, era Marina. El hombre le respondió afirmativamente. Y la mujer se sentó a un lado. Los dos que habían traído a Gabriel, le dieron su documento de identidad que él previamente les había entregado para identificarse. Aquel ordenó sacarle fotocopia y a quien estaba con la cámara en mano que siguiera tomando fotografías.  Sobre la acusación que pesaba sobre Marina, la indignación de Gabriel, fue tal que  le dijo a su interlocutor quien se identificó como el vicerrector, que su fuente de información estaba tergiversando o simplemente le tomaban el pelo porque nada de lo argumentado era cierto y con voz fuerte le manifestó las razones de su presencia en la Universidad. El hombre puso atención, y Gabriel, sintió que aquel estaba entrando en razón, por lo que prosiguió explicando que la actuación de ella, no era de una delincuente sino que era transparente y sin clandestinidad alguna.  El hombre, miró a la dama que había recién ingresado, miró el documento y con una voz pausada simplemente se limitó  a decir que sí ellos buscaban realizar alguna encuesta o lo que fuera se debía pedir un previo permiso en su oficina.  Gabriel, lo interrumpió, señalando que si fuera por falta de una autorización administrativa, no era problema y se procedería de esa forma sin que las cosas llegaran a esos extremos. Su última intervención mirándolo a los ojos, como tratando de justificar todo aquel mal momento fue informar que presentarían la denuncia contra Marina y que los Tribunales aclararan todo, así que ambos se limitaron a despedirse de aquel hombrecillo, no sin antes afirmar que ella también  harían la réplica a los Tribunales para defenderse de cualquier acusación calumniosa.