Aquella algarabía que se podía escuchar desde el pabellón de varones,
solo era comparable con el tremendo holgorio que producían las fiestas
patronales en el mes de Agosto en la capital, en conmemoración del negrito de
la sierrita. Entre silbidos, risas y anécdotas, claramente se resaltaban los sobre
nombres que en forma única utilizaban
los reclusos para identificarse, en lugar de sus nombres propios, parte de un
lenguaje coloquial entre pandillas. Entre los temas de conversación, sobresalía
el más cotidiano del momento: ¿Cuándo llegaría la tan ansiada libertad?. Realmente
era tal el ruido, que nadie pudo presagiar que todo aquel revuelo terminaría en forma sorpresiva
y dolorosa. Desde donde Gabriel, se encontraba oyendo a sus compañeros de
fortuna, no logró escuchar aquellos pasos del viejo militar, quien sigilosamente se
había escurrido desde el puesto de mando hacia el corredor de las viejas
celdas, en donde se estaba realizando aquel festín.
48 DIAS by Leirbag
Si pensabas que no se podía conocer el infierno en la tierra, estas equivocado, y solo quienes han vivido en esta prisión saben que no hace falta morir para conocerlo. Lo que pensé serían 48 horas, se convirtieron en los más horribles 48 dias de mi vida.
LLEGO EL DIA NEFASTO
El reloj marcaba las
nueve de la mañana, de aquel fatídico veinticinco de febrero del dos mil diez.
Por algún instante Gabriel se había sentido un poco inquieto desde su interior,
como las tantas veces que una fuerza invisible le auguraba que algo no estaba
bien. Se encontraba sentado en la cama,
viendo como su compañera Marina, levantaba los platos del desayuno para
llevarlos a la cocina. Había sido un par de huevos fritos, tostadas y jugo de
naranja, realmente muy liviano para su gusto pero desde hace tiempo se
encontraba resuelto a evitar consumir grasa en demasía por el bien de su salud.
Su padre sufría de diabetes, y la obesidad era una de las causas que le disparaban
los niveles de azúcar, y solo el año pasado había sido victima de una presión
sanguínea elevada, por lo que no estaba de más cuidarse un poco. Además tenia
un año que había suspendido sus visitas al gimnasio, y se mantenía entre las
doscientos veinte a doscientos treinta libras de peso, sin considerar que el
colesterol era otro factor a mantener en control.
Marina: - ¿listo para irnos? – le preguntó ella al regresar de la
cocina.
Gabriel: - Dime algo. ¿Es necesario que yo vaya?- preguntó aun en una
forma desganada.
Marina: - Si, me gustaría que me acompañaras y luego, almorzamos
juntos.
Gabriel: - Bien, entonces ya estoy listo. No olvides de llevar todo,
papel, lápiz.
Marina: - Calmado, ya todo lo llevo en mi bolso.
COMIENZA EL CIRCO
La idea de ese día, era acudir a una cita planeada por una chica de
nombre Yahoska, que había llamado a Marina, el día anterior para difundir y
estimular entre las universitarias de la UNAN-MANAGUA, su participación en el desfile de moda en
Managua, el cual ellos estaban ofertando a las autoridades administrativas del
Grupo Robles, propietario de Metrocentro, un centro comercial al oeste de la
capital. Lejos estaban de imaginar que
esa llamada del día anterior era el inicio de todo un peregrinaje de Gabriel, por
un camino largo al reencuentro de su libertad.
Tomaron el autobús denominado mini ruta cuatro, y se enrumbaron al
mercado Roberto Huembés, para ahí hacer
un trasbordo en la ruta ciento diecisiete que les llevaría hacia la Universidad UNAN. Sentado en la mini ruta él tuvo ese mal
presagio, algo que inexplicablemente le incomodaba, por lo que le insistió a Marina
que prefería visitar a una amiga para posteriormente acudir a una cita a eso de
las once de la mañana al centro comercial Plaza Inter, al lado noroeste de la
capital. Con risas y abrazos ella le persuadió de continuar con el viaje. Así, llegaron como media hora después a la
entrada principal de la UNAN, y al bajar pudieron divisar a lo lejos, a Maurem,
una de las chicas del taller que junto con Olga, Glenda y Juan, estaban recibiendo
la capacitación y quienes se les citó
para que colaboraran con Marina, en la promoción del evento. Maurem, era una
joven seria sumamente delgada de veintiún años, piel canela, ojos expresivos y
labios muy gruesos. Tenía un hijo de
menos de tres años y provenía de un barrio marginado al este de la capital,
pero era una mujer muy esforzada, pues laboraba en las mañanas y con ellos
estaba en las tardes. Luego del saludo, ella les informó que aún no llegaban
las otras dos chicas. Eran ya las nueve
y treinta y nueve de la mañana.
HACIA LAS LOMAS
A Gabriel, le correspondió estar en una celda preventiva junto con tres
hombres más. Era muy pequeña, que solo contaba con una litera de dos plantas y
un sanitario de hueco. Dos de ellos estaban recostados en la cama, eran
hermanos de sangre, que por razones del destino uno de ellos se vio enfrascado
en una discusión con un chofer de un camión repartidor de refrescos gaseosos y
que por la unión del parentesco obligo la intervención del otro. Se llamo a una patrulla quienes conocían a
los dos hombres y la emprendieron contra ambos para finalmente detenerlos y
llevarlos tras las rejas. Para esa hora,
la condición etílica de quien era el mayor, ya había disminuido y estaba más
calmado y coherente. Ambos eran hombres
de piel morena, estaban sin camisas, solo que el mayor de metro y sesenta y
seis centímetros de altura y obeso, era quien llevaba la batuta al hablar, en
oposición a su hermano, quien con tatuajes en el brazo, cabello pintado de
amarillo completamente tieso como si utilizara algún tipo de fijador y más
musculatura, de complexión delgada, solo escuchaba e intervenía cuando aquel le
preguntaba algo, al mejor estilo de un seseo, en su modo de hablar.
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